13 de junio de 2016

Mundo interior, calma interior

En estos días es fácil sentir que uno debe abordar todo cuando pueda, cuanto más mejor, ya que la incertidumbre nos hace temer que si no lo hacemos perderemos no sólo la oportunidad, sino también el hilo, a veces bastante fino e incluso deshilachado, que nos une con nuestra fuente de actividad.

En Forma para Formar - Formación de Formadores
No nos atrevemos a detenernos, a parar máquinas de vez en cuando, a reflexionar sobre si cada cosa a la que nos comprometemos es adecuada para nosotros o si por el contrario nos introduce en un camino de difícil retorno hacia nosotros mismos.

Y en ese no pensar más que en lo que tenemos delante, en aprovechar al máximo todo lo que nos llega, podemos olvidar con demasiada facilidad el alimento que sirve de motor para todo lo demás.

No paramos ni a echar gasolina porque tenemos mucha prisa y poco tiempo que perder. No miramos el mapa, porque vamos como locos a alguna parte, lo de menos es a dónde. Pero ¿qué ocurre cuando llegamos allí? ¿No te ha ocurrido llegar agotado y encontrarte exactamente en ninguna parte?

Sé, porque lo he experimentado en distintas ocasiones, que mi mundo interior es mi motor más preciado; un motor que con frecuencia se desengrasa, se hace más lento, aunque por fortuna no llega a detenerse. Y sé que si algo alimenta mi mundo interior, es sobre todo la calma que consigo cuando freno, cuando me detengo, cuando consigo que mi cabeza permanezca algunos ratos a baja velocidad.

A algunas personas les repone el ejercicio, a otras la música, a otras dar grandes paseos... A mí me gusta detenerme para poder experimentar en múltiples actividades creativas.

Y cuando no encuentro ese tiempo, mi calma desaparece, mi mente se agota, mi capacidad resolutiva se hace más lenta, cometo muchos más errores... y lo peor de todo, mi mundo interior se hace pequeñito, casi inexistente y ese rincón apacible interior, en el que me encuentro cómoda conmigo misma, queda cerrado por falta de suministro de energía.

He aprendido que mi cabeza debe descansar, incluso para decidir si todas las opciones que llegan son buenas para mí, o si sería mejor en algunas ocasiones seguir trabajando con la mirada fija en el objetivo, esperando aquello de que la oportunidad se encuentre con la preparación de la que he sabido ocuparme a fondo y sin ansiedad.

¡Qué importante, pero qué difícil en estos tiempos! ¿No crees! ¡Feliz semana! :)


 En Forma para Formar

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por compartir tu experiencia y tus reflexiones con nosotros! Si quieres, también puedes ponerte en contacto a través de IFOR.team@gmail.com