Cuando me paro a pensar con algo de detenimiento las cosas que me ocurren, las situaciones que vivo, me doy cuenta de que en la mayor parte de las ocasiones, los conflictos están en mi interior.
Pero normalmente esto lo veo más tarde, no cuando estoy en el centro del caos. ¿No te has parado a pensar en esto alguna vez?
Lo cierto es que solemos culpar siempre a otros de todo lo que nos ocurre, y si no hay nadie cerca, nos las arreglaremos para culpar al universo, pero rara vez nos paramos a mirar cuál es nuestra propia actitud.
Afrontar las situaciones en paz conmigo misma me parece una de las tareas más complicadas en esta vida, pero no por ello dejo de intentarlo, porque cuando lo logro, la sensación de equilibrio y de que las cosas fluyen, es muy poderosa y gratificante.
Y esto me parece especialmente importante cuando lo que hay delante no es un conflicto, sino un reto, objetivos, la enorme duda que supone encontrar nuestro sentido vital. Siempre nos engañamos de una u otra forma, nos vamos por las ramas, nos perdemos en entresijos que nos llevan a poner el foco sobre objetivos equivocados.
Porque... ¿Hay mayor reto que lograr el propio equilibrio? ¿Hay mayor objetivo que descubrir y asumir tu propio potencial así como tus propias limitaciones? Y cuando lo descubres, ¿hay mayor reto que dedicar tu vida a desarrollar al máximo posible ese potencial aceptando y superando esas limitaciones?
En mi opinión la lucha por uno mismo es algo que dilatamos una y otra vez, incluso en muchas ocasiones proporcionándonos a nosotros mismos tranquilizadores argumentos altruistas. Pero ¿no es cierto que para luchar por otros sería no sólo deseable, sino vital, poder ofrecerles el hecho de nuestro desarrollo en lugar de la hipótesis de nuestro nunca concretado potencial?
¡Feliz semana!
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